lunes, 8 de noviembre de 2010

MITOS CHILENSIS

Leonardo Parrini

Observar como salían de la cápsula Fénix era verlos regresar de otro mundo, de un viaje interestelar, o mejor, intraterrenal. Cabalístico, o no, el número treinta y tres hizo pensar a algunos en una resurrección cristiana, luego de sesenta y nueve días de sobrevivencia de los mineros bajo el suelo duro y persistente del árido desierto chileno y que la maquinaria de última tecnología perforó, con santa paciencia, hasta encontrarlos, asistirlos y rescatarlos a vista y paciencia de todo el planeta.

No recuerdo otra cobertura mediática más espectacular, solo comparable a la guerra del Golfo cuando vimos en vivo y en directo, tan aciago episodio. Esta vez, revertidos los iniciales sentimientos de temor que invadió los primeros 19 días el ánimo de los familiares de los mineros incomunicados, la euforia del hallazgo se tomó el campamento y dio paso a la interminable espera de que la tecnología haga posible la recuperación física de los treinta y tres operarios atrapados.

Entre tanto, mientras en la superficie se montaba el operativo para rescatarlos con vida, en el socavón los experimentados obreros lograban auto asistirse, organizadamente, para vencer a la muerte y al encierro en críticas condiciones de aislamiento. En la superficie, junto al operativo de rescate, otro montaje se fue implementando, agigantando, hasta convertirse en un teatro de operaciones periodísticas de enormes proporciones en el set de una superproducción mediática con los consabidos ingredientes que despliegan las cadenas televisivas, radios y rotativos de prensa en este tipo de coberturas.

En la superficie del país se vivía una trama que emergía del profundo sustrato cultural de una nación recurrente en la construcción de mitos y leyendas, asentados en la realidad, pero magnificados por la necesidad del chileno de mirar la vida con ojos mitológicos y creerse con devoción cada discurso construido con esa lógica. Un país que hace de la fuerza un argumento de sobrevivencia, de la emotividad desbordante, una forma de vida y del orgullo una trama existencial. En Chile somos orgullosos hasta de los más feroces terremotos y de las más oprobiosas dictaduras. Un extraño sentido de magnificencia del chileno lo hace distorsionar la proporción de sus hechos históricos.

Los mitos chilenos han ido creciendo y perdurando en los anales del país desde los albores de la República, cuando un Manuel Rodríguez, el guerrillero independentista, habría puesto en jaque a las huestes realistas españolas hasta ser asesinado y encumbrado al Olimpo de la mitología criolla como legendario héroe popular. Continuó esta mitificación épica de héroes con Arturo Prat, marino chileno que abordó, en pleno combate, el barco peruano en la guerra de 1879 y cayó acribillado en la cubierta por las balas enemigas.

Si bien los hechos históricos existen, ¿dónde está el mito? En los detalles está el mito, dice Roland Barthes. Detalles como que Manuel Rodríguez, propietario de una agudeza criolla sin límites, representa la inteligencia del chileno. Detalles como la arenga de Prat a sus marinos que “nunca la bandera chilena ha sido arriada ante el enemigo”.

Los mitos recrean aquello que la historia tiende a olvidar. Los mitos no ocultan, distorsionan. En los detalles está el mito. Detalles que fueron prolijamente cuidados por la cobertura mediática del rescate minero. Una grave deficiencia técnica en la explotación minera chilena, se convierte en proeza tecnológica de rescate. Una grave omisión administrativa que permitió la actividad legal de una mina con anteriores accidentes fatales, se acicala con marketing político gubernamental. Un presidente empresario marketeado se convierte en defensor de los obreros. Un país fuerte y unido por la tragedia renace como el ave Fénix. Detalles que ahora el cine, la novela y quién sabe qué otro medio perpetuará en la memoria mitómana de los chilenos.

¿Qué sería de Chile sin sus mitos? Acaso un territorio desprotegido y yermo de realidades consuetudinarias auspiciosas que debe, necesariamente, recurrir al tamiz oblicuo de su acontecer histórico para autoafirmarse frente a tanto infortunio natural, de cuanto desaguisado político en esta recurrente reinvención mítica del país.


Leonardo Parrini
parrinimagen.blogspot.com
lapalabrabierta.blogspot.com

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